La complejidad urbanística requiere códigos de interpretación sencillos y elementales. Por este motivo hemos optado por la red espacial que parte del cubo (o del hipercubo, para ser más precisos) en la definición de una semiótica urbana que será determinante en futuros desarrollos interactivos y que es la más operativa de las cuatro redes que Rafael Leoz catalogó como “conformes” (las generadas a partir de los siguientes poliedros: el cubo, el prisma recto de base hexagonal regular, el rombododecaedro y el poliedro de lord Kelvin).
En primer lugar, es necesario plantear una descomposición mecánica de las piezas que componen cada hipercubo. Dichas piezas, representativas de sus correspondientes celdas cúbicas, aportan distinta información al conjunto en función de su tipo, su color o su posición topológica.

En la combinación de estos elementos y colores (con sus respectivos significados) surge todo un lenguaje urbano que nos permite crear múltiples composiciones interactivas; esto es, expuestas a la interpretación y adaptación de cuantos participen en ellas (tal y como sucede en la música o en la literatura). Y siendo esas piezas elementales los “átomos lógicos” de este lenguaje, es posible establecer todo un compendio de posibles asociaciones (o “moléculas urbanas”, si seguimos la terminología que empleó Leoz en sus investigaciones en torno a la estandarización en la arquitectura).
A continuación, mostramos algunas de esas asociaciones como secuencias lógicas de un catálogo de tipologías urbanas. En él observaremos también la jerarquía que se establece entre los distintos componentes, siendo la celda cúbica principal (main cubic cell) la que determina tanto el color como el uso genérico del hipercubo correspondiente.






Este primer catálogo será de gran utilidad cuando las composiciones urbanas aumenten su tamaño y se trasladen a entornos virtuales, donde además sus componentes adquirirán una mayor capacidad interactiva. Pero no adelantemos acontecimientos. Lo contaremos en breve.